jueves, 3 de marzo de 2011

La secta moon, culpable y cómplice del Plan Cóndor...

La secta Moon ataca de nuevo

Roberto Bardini

 
Furtivamente, como los ladrones, la empresa News World Argentina SA, editora del periódico Tiempos del Mundo, vació sus instalaciones en Buenos Aires. Fue en la noche del sábado 25 de octubre, cuando el personal estaba ausente. Un comunicado de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA) y asalariados de la publicación denunció que “empleados de mudanza retiraron todo el equipamiento técnico, material periodístico y e inclusive los efectos personales de los trabajadores y montaron una guardia de seguridad privada que impide el ingreso a la redacción”.
 
Caso extraño el de Tiempos del Mundo. Se distribuye 17 países de América Latina y en tres ciudades de Estados Unidos, donde también edita The Washington Times. Y en todos esos lugares, coincidentemente, amalgama a editores, redactores, reporteros y columnistas que provienen de diversas -e incluso antagónicas- filiaciones políticas e ideológicas. Desde la capital de Estados Unidos y la ciudad de México, hasta Montevideo, Santiago de Chile y La Paz, pasando por toda América Central, en sus salas de redacción comparten un espacio el aceite, la sal, el vinagre y la pimienta. En esa ensalada se mezclan agentes de los servicios de inteligencia, anticomunistas profesionales, místicos sin brújula, esotéricos graduados en cursos por correspondencia y desilusionados de pequeños grupos extinguidos de la izquierda, sobre todo ex maoístas y ex trotkistas.
 
Ni Juan Perón, ni el brasileño Getulio Vargas, ni el mexicano Lázaro Cárdenas lograron esa unificar esa heterogeneidad. O igualar lo desigual, como diría un filósofo nacionalista francés de principios del siglo XX. Y es que Perón, Vargas y Cárdenas eran decididos, astutos y hábiles pero no hacían milagros.
 

uno de los mayores misterios políticos de los 80

 
Quien sí parece hacer milagros es el dueño de News World. La firma es sólo una de las muchas empresas que posee. Claro, este señor se presenta como un nuevo “mesías que llegó para salvar a la humanidad. Y parece que hay muchas personas en el planeta dispuestas a creerle. Se llama Sun Myung Moon, es coreano y oficia como sumo pontífice de la Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial, más conocida como Iglesia de la Unificación. O simplemente como secta Moon.
 
“El punto de convergencia entre personas que tienen un cierto pasado ideológico y aparentemente no han renunciado a él por completo, y el discurso oportunista y mediocre de Moon, es uno de los mayores misterios políticos de la década de los 80”, escribió Rogelio García Lupo en la revista El Periodista de Buenos Aires (Nº 85, Buenos Aires, 25 de abril – 1º de mayo de 1986).
 
Y agregaba: “Hay misioneros teosóficos y ocultistas, masones castigados, predicadores solitarios, curas renegados, profetas fracasados, complicadas mallas de filósofos militantes y políticos conspiradores, que buscando un hogar común terminaron reuniéndose detrás de Moon, dándole a su aventura religiosa el poder de choque que ninguna otra secta ha podido exhibir. Es una auténtica federación de facciones religiosas, teosóficas, orientalistas, paranoicas, antisemitas y de cualquier clase, que invitadas por el monje coreano aportan su propia fuerza sin perder sus propósitos originales. Esta federación ha encontrado en Moon una figura apropiada para seguir adelante, inmerso cada grupo en sus propias obsesiones, y todos detrás de un manipulador audaz como pocos”.
 

“combatir al comunismo, que es Satanás”

 
Sun Myung Moon quiere decir “sol brillante y luna”. Ése es el nombre –norteamericanizado- que adoptó un ex electricista llamado Young Myung Mun, nacido en enero de 1920 en Pyongyang (Corea), en el seno de una familia campesina que abandonó el confucianismo y se hizo presbiteriana.
 
Los padres del pequeño Mun le hicieron aprender desde los siete años los caracteres chinos para que accediera a las enseñanzas de Confucio. El niño no oyó hablar de Jesús hasta los 14 años, cuando sus papás se convirtieron al cristianismo. En la Pascua de 1936, a los 16 años, tuvo una “revelación divina” y -según sostiene él mismo- recibió “instrucciones” directas de Dios. El Señor lo había escogido para expresar su voluntad en la Tierra. Moon estudió ingeniería eléctrica en la Universidad de Waseda (Japón) y regresó a Corea del Norte en 1945 convertido al pentecostalismo. Entonces fundó una iglesia de esa denominación, con interpretaciones religiosas muy libres. Tenía entonces 25 años.
 
El primero de mayo de 1945, Moon creó la Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial en un pequeño cuarto de una miserable casa de la calle Bukhal, en Seúl. El motivo que lo impulsaba era “combatir al comunismo, que es Satanás, en defensa del bien, que es Dios”. Y el ex electricista de 34 años de edad se convirtió en el principal monje de la nueva secta.
 
Otra “revelación” le indujo a casarse con una de sus jóvenes y atractivas devotas. Pero olvidó un detalle: divorciarse de su primera esposa. La mujer lo denunció y él terminó preso. En 1948 fue excomulgado de la iglesia presbiteriana por practicar ritos sexuales con sus discípulas y encarcelado nuevamente “por alterar la sociedad e incitar al desorden”. En enero de 1949 fue nuevamente a prisión, esta vez por “adulterio y libertinaje”.
 
Moon también se había transformado en un militante anticomunista y organizó un grupo contrarrevolucionario. En 1949 se descubrieron sus vinculaciones conspirativas y fue detenido. Desde Corea del Sur comenzó una campaña que lo reivindicaba como “prisionero político” y reclamaba su libertad. En 1950, por gestiones de la Organización de Naciones Unidas fue liberado. Se trasladó a territorio surcoreano, donde fijó su residencia y estableció su propia iglesia. En el nuevo destino, su tendencia al misticismo no aplacó su frenesí sexual. El 4 de julio de 1955 terminó otra vez tras las rejas a causa de una doble acusación: bigamia y estupro.
 
En 1960, a los 40 años y separado de cuatro mujeres, Moon encontró finalmente a una “nueva Eva”, llamada Han Hak. Cinco años después, adquirió notoriedad internacional cuando realizó -financiado por los servicios de inteligencia surcoreanos- una gira de contenido anticomunista por 40 países. El “reverendo” llegó a Estados Unidos el 18 de diciembre de 1971 y allí se radicó.
 

una mafia financiero-teológica

En 1990, la secta Moon poseía centros en 130 países. Según sus miembros, contaban con 50 mil adeptos en Estados Unidos; sus críticos sostenían que en realidad eran 5 mil alterados mentales.
 
El falso sacerdote tenía diez hijos, producto de cinco matrimonios. Vivía en una lujosa mansión –seis hectáreas, 500 metros cuadrados de construcción– de 25 habitaciones, valuada en 75 millones de dólares, en Irvington (Nueva York), a orillas del río Hudson. Poseía avión, dos yates de 15 metros y varios automóviles, entre ellos un Lincoln blindado.
 
Con el paso del tiempo se calmaron los apetitos carnales de Moon pero se le despertó la voracidad económica. El 16 de julio de 1982, un juez federal del distrito de Manhattan lo condenó a 18 meses de prisión y 25 mil dólares de multa por evadir impuestos. En 1985, cumplió 65 años de edad en una cárcel de Danbury (Connecticut), donde estuvo alojado 12 meses, también por evasión fiscal.
 
La secta Moon es una especie de mafia financiero-teológica que cuenta con más de cien empresas. Constituye uno de los imperios económicos privados más poderosos del planeta. Posee recursos casi ilimitados y compañías repartidas en todo el “mundo occidental”: hoteles, agencias de viaje, empresas pesqueras, fábricas de alimentos, industrias de armas, granjas, centros vacacionales, restaurantes, imprentas y publicaciones. En Estados Unidos controla cientos de escuelas de karate, judo, aikido y taekwondo.
 
La organización pseudo religiosa predica la paz, pero se enriquece con la guerra. La Iglesia de la Unificación es accionista de los mayores consorcios del complejo militar-industrial, como MacDonnell-Douglas. En Corea del Sur era propietaria de cuatro compañías. La principal, Tongil Industrial Company, producía armamento ligero: fusiles M-16, metralletas M-60, lanzacohetes M-79 con licencia norteamericana y la ametralladora antiaérea Vulcano.
 
En segundo lugar se ubicaba la Illwha Pharmaceutical Co, que industrializa el té de gingseng -extraído de la raíz de una planta con “virtudes tonificantes” y supuestamente afrodisíacas, de un espantoso sabor amargo- que producía ganancias anuales de 10 millones de dólares. Moon posee, además, la Ilshin Handicraft y la Tangatita Minus Industrial. Por otra parte, desde Japón la secta se proyecta a Asia y desde Francia a Europa. En el primer país tiene 60 compañías, una empresa cinematográfica y el diario Seikai Nippo. Entre 1975 y 1984, la sucursal de Moon transfirió desde Tokio a la central en Nueva York ganancias por 800 millones de dólares.
 
Un arrepentido moonista japonés, Yoshikazu Soejima,  ex jefe de redacción de Seikai Nippo, dijo decepcionado en 1984: “Moon ha traicionado a sus seguidores al convertir al movimiento en una gran máquina de hacer dinero. Moon no está trabajando para el mundo, sino para sí mismo”.
 
ARGENTINA: HONORIS CAUSA IN ABSENTIA
 
La Confederación de Asociaciones para la Unidad de Sociedades Americanas (CAUSA), creada en Nueva York en 1980, es una de las 200 asociaciones civiles “sin fines de lucro”  financiadas por la secta Moon.
 
CAUSA mantenía vínculos con el régimen derechista de Corea del Sur, con grupos fascistas japoneses, con la racista John Birch Society y con la “nueva derecha” republicana estadounidense. Financió las campañas electorales de Ronald Reagan en 1980 y 1984. Justificó los “trabajos sucios” del teniente coronel Oliver North, ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional y principal protagonista del escándalo conocido como “Teherángate” o “Irán-contras”. Organizó campañas de recolección de fondos para los antisandinistas nicaragüenses e hizo aportes para la anticomunista Radio Martí. En América Latina sentía una fuerte preferencia por los gobiernos militares.
 
El presidente de CAUSA, brazo derecho de Moon y jefe político de la secta era el ex coronel Bo Hi Pak, uno de los oficiales coreanos que el 15 de mayo de 1961 llevaron al poder al dictador Chung Jee Park. El militar se vinculó a la congregación en 1957, cuando era mayor del ejército y trabajaba para las fuerzas norteamericanas de ocupación. Fue director de servicios secretos (probablemente, también torturador), creador de la K-CIA (Korean Central Intelligence Agency) y fundador de Radio Asia Libre, que transmitía programas anticomunistas. Su trayectoria fue recompensada con el nombramiento de agregado militar en Washington, puesto al que renunció a fines de 1964 para unirse a su compatriota Moon. Regresó a Seúl y obtuvo, misteriosamente, una jubilación anticipada. En enero de 1965, volvió a Estados Unidos con un también misterioso  pasaporte diplomático.
 
A partir de la década del 70, Bo Hi Pak fue el encargado de abrir camino a la Moon en América Latina. En Argentina, CAUSA inició sus actividades pocos meses antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y después apoyó activamente a la dictadura. En sus primeros años, realizó una lenta y silenciosa campaña para captar adeptos de alto nivel. La Iglesia de la Unificación fue legalizada mediante una ley instaurada el 10 de junio de 1978.
 
A partir de 1979, la secta comenzó su actividad pública. Para ello, contó con dos sólidos respaldos provenientes del ejército y de la Iglesia Católica: el general Ramón Díaz Bessone, secretario de Planeamiento durante la dictadura de Jorge Rafael Videla, y monseñor Antonio Plaza, arzobispo de la ciudad de La Plata. Díaz Bessone suministró contactos con altos oficiales de las fuerzas armadas. Plaza patrocinó en 1981 un curso moonista. Quizá fue como retribución al favor del cardenal que la secta donó 120 mil dólares a la Universidad Católica de La Plata para crear la carrera de periodismo. El 15 de noviembre de 1985, tal vez como un intercambio de cortesías, esa universidad otorgó a Sun Myung Moon y a Bo Hi Pak el título de doctor honoris causa. El diploma correspondiente a Moon lo recibió su esposa en Nueva York: el “monje” estaba en la cárcel por evadir impuestos.
 
La secta estableció vínculos con los diarios La Prensa y Ámbito Financiero. El apoderado legal de Moon en Argentina era el abogado Juan Carlos Almonacid, quien fuera defensor del ex cabo de la Policía Federal y ex ministro de Bienestar Social, José López Rega, conocido como “El brujo” y “El profeta Daniel”, uno de los creadores de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).
 
BUENOS MUCHACHOS
A fines de los 70, Moon dirigió sus ojos rasgados hacia Uruguay. Bo Hi Pak viajó varias veces a Montevideo. En una de esas giras, llegó con 50 millones de dólares y compró el Banco de Crédito del Uruguay. La casa financiera era la tercera en importancia en el país: fundada en 1908, controlaba 29 sucursales y mantenía una dotación de 600 empleados. Después, el ex coronel y sus asesores adquirieron la Editorial Polo, crearon el diario Últimas Noticias y compraron el hotel de cuatro estrellas Victoria Plaza.
 
En Paraguay, Bo Hi Pak se entrevistó el 2 de marzo de 1981 con el general Alfredo Stroessner, quien llevaba 27 años en el poder. Al término de la visita, el ex coronel coreano declaró: “Creo que es un hombre especial, elegido por Dios para dirigir su país”. En el país pensaban distinto: en 1989, el dictador paraguayo fue derrocado y se exilió en Brasil.
 
En  Bolivia, Bo Hi Pak fue agasajdo por los narcogenerales Luis García Meza y Luis Arce Gómez. Poco después, trascendió que la secta había aportado cuatro millones de dólares a los dos militares que el 17 de julio de 1980 derrocaron a la presidente Lidia Gueiler.
 
Chile fue otra escala del presidente de CAUSA. Estuvo allí del 22 al 26 de junio de 1981 y su estadía culminó con un banquete en el Hotel Sheraton, de Santiago, donde brindó públicamente a la salud del general Augusto Pinochet. Bo Hi Pak se había reunido con el dictador chileno en 1980, antes de lanzar CAUSA en el país sudamericano.
 

los valores de la democracia occidental

 
La secta Moon hizo su gran aparición pública en América Central en los primeros meses de 1983, a través de una gira en la que participaron más de 150 periodistas de 45 países. El recorrido se denominó “Investigación de los hechos en Centroamérica”. Según sus promotores, tenía por finalidad “contrarrestar la campaña periodística de la izquierda”.
 
A mediados de mayo de ese año, Bo Hi Pak visitó Honduras. Allí tenía muy buenos amigos: oficiales de las fuerzas armadas, algunos empresarios y dirigentes universitarios conservadores. El presidente de CAUSA firmó con la Universidad hondureña un programa de adoctrinamiento de 500 estudiantes, para enseñarles “a defender los valores de la democracia occidental y luchar contra el comunismo”. El ex coronel donó 50 mil dólares para la Asociación Pro Desarrollo de Honduras (APROH). El presidente de APROH era el comandante de las fuerzas armadas, general Gustavo Álvarez Martínez, fundador de los escuadrones de la muerte hondureños.
 
Álvarez Martínez –conocido como El Sicario, es decir “asesino a sueldo”– se había graduado de subteniente en el Colegio Militar argentino en los años 60 y posteriormente regresó a Buenos Aires para recibir un curso de Estado Mayor. A mediados de 1980, se hizo cargo de la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP) y de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI) e inició una sistemática represión contra estudiantes universitarios, sindicalistas y campesinos. (El autor de este trabajo, entonces corresponsal en Honduras del Canal 13 de México, se vio obligado a huir del país en noviembre de 1980).
 

lavado de cerebro

 
En 1977, Moon fue demandado ante el Tribunal Superior de Justicia de San Francisco por un grupo de padres que pedían recuperar la custodia de sus hijas, ya mayores de edad, porque habían sufrido “lavado de cerebro”. Los moonistas tienen una edad promedio de 24 años. La captación es gradual e indirecta. Se aborda a los potenciales adeptos en conciertos de rock, universidades, bibliotecas, plazas públicas o en la calle. Según los especialistas, el reclutador elige a los que a su juicio “son tímidos, solitarios o parecen estar sufriendo”.
 
Un ex “enganchador” describe el tipo ideal de presa: “Un norteamericano medio de 18 años, serio, optimista, idealista, religioso, con buena salud, a la búsqueda de la verdad y de una vida que tenga sentido, soltero, con preferencia de estilo mochilero, es decir sin vínculos fuertes con una familia, una residencia, una profesión”. Y explica a quiénes se descarta: “Jamás nos dirigimos a los enfermos, a los pobres, a los excluidos de la sociedad. Tienen un mal espíritu”.
 
Según psicólogos, trabajadores sociales y expertos de la policía de Estados Unidos, el proceso de formación de los nuevos miembros contempla el aislamiento mediante la eliminación de contactos con el mundo exterior, la falta de tiempo libre y el sometimiento a una dura disciplina. Esto elimina los mecanismos personales de defensa, abre barreras internas y disminuye el libre albedrío. Al mismo tiempo, se repite un discurso ideológico que desacredita los modelos de vida de la sociedad y canaliza los deseos de mayor justicia hacia salidas simplistas.
 
Para atender a los aspirantes en las mejores condiciones psicológicas posibles -sin interrupciones, lejos de la familia, los amigos y las tentaciones- la secta posee casas grandes y cómodas, alejadas del mundanal ruido. Los neófitos son sometidos a un acelerado ritmo de actividades: gimnasia, comidas muy frugales, discusiones en grupo, rezos, cánticos y mucho trabajo. Poco después se transforman en dóciles autómatas manipulados por simples voces de mando.
 
Los primeros tres años de vida del moonista, en cualquier país, se inician con la tarea de recolectar fondos en las calles. Paralelamente, los adeptos donan a la secta todas sus pertenencias: se empieza por un aparato de música, una cámara fotográfica, un par de esquíes, una moto... Y más adelante, los salarios casi completos, sus propios departamentos o las casa de sus padres -si han fallecido- y hasta suculentas herencias. En El Maestro Habla, una compilación de los discursos del falso monje, se exponen los requisitos esenciales para ser un buen moonista: privarse de dinero y comodidades, de alimento y sueño, de relaciones sexuales y amigos; saber sufrir y ser capaz, de abandonar el empleo, la pareja y los hijos.
 
APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS
APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS
 
Los seguidores de Moon pueden tener relaciones sexuales sólo después del matrimonio. El propio “monje” autoriza los casamientos y los celebra personalmente en una enorme ceremonia colectiva, en la cual él y su esposa se presentan vestidos de rey y de reina. Pero éste es otro gran negocio: el primero de julio de 1982, el “reverendo” casó más de 2 mil parejas en el Madison Square Garden, de Nueva York, a un costo de 300 dólares cada una. Es decir, se embolsó 600 mil dólares en un solo día.
 
Otra regla prohíbe el divorcio entre moonistas. El “mesías” coreano, sin embargo, vive con su quinta esposa. Y buscando en su pasado se encuentran un proceso judicial por estupro, dos condenas por bigamia y dos denuncias por cometer actos obscenos dentro de uno de sus templos.
 
Los discípulos de Moon son hijos de la pequeña, mediana y alta burguesía, jóvenes que carecen de un proyecto de vida para el futuro. Se sienten desilusionados o confundidos por la falta de perspectivas en la sociedad capitalista, llena de promesas y tentaciones, pero vacía de oportunidades reales. Algunos de ellos son adictos a las drogas; otros abúlicos y nihilistas. Estos muchachos encuentran en la secta lo que más les falta: una “familia”, un ideal en el cual creer y un trabajo que les hace sentirse útiles.
 
Menos devotos a la religión, pero firmes seguidores de las ideas políticas de la secta, también se encuentran algunos destacados personajes que defienden con uñas y dientes a esa misma sociedad de consumo que expulsa a estos jóvenes: ciertos intelectuales de la “derecha democrática”, políticos liberales o conservadores, ex ultraizquierdistas desilusionados, dirigentes reaccionarios, profesores universitarios “de centro”, altos miembros de las fuerzas armadas y empresarios dispuestos a hacer negocios como sea. Un auténtico aquelarre.
 
APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS
 
Los seguidores de Moon pueden tener relaciones sexuales sólo después del matrimonio. El propio “monje” autoriza los casamientos y los celebra personalmente en una enorme ceremonia colectiva, en la cual él y su esposa se presentan vestidos de rey y de reina. Pero éste es otro gran negocio: el primero de julio de 1982, el “reverendo” casó más de 2 mil parejas en el Madison Square Garden, de Nueva York, a un costo de 300 dólares cada una. Es decir, se embolsó 600 mil dólares en un solo día.
 
Otra regla prohíbe el divorcio entre moonistas. El “mesías” coreano, sin embargo, vive con su quinta esposa. Y buscando en su pasado se encuentran un proceso judicial por estupro, dos condenas por bigamia y dos denuncias por cometer actos obscenos dentro de uno de sus templos.
 
Los discípulos de Moon son hijos de la pequeña, mediana y alta burguesía, jóvenes que carecen de un proyecto de vida para el futuro. Se sienten desilusionados o confundidos por la falta de perspectivas en la sociedad capitalista, llena de promesas y tentaciones, pero vacía de oportunidades reales. Algunos de ellos son adictos a las drogas; otros abúlicos y nihilistas. Estos muchachos encuentran en la secta lo que más les falta: una “familia”, un ideal en el cual creer y un trabajo que les hace sentirse útiles.
 
Menos devotos a la religión, pero firmes seguidores de las ideas políticas de la secta, también se encuentran algunos destacados personajes que defienden con uñas y dientes a esa misma sociedad de consumo que expulsa a estos jóvenes: ciertos intelectuales de la “derecha democrática”, políticos liberales o conservadores, ex ultraizquierdistas desilusionados, dirigentes reaccionarios, profesores universitarios “de centro”, altos miembros de las fuerzas armadas y empresarios dispuestos a hacer negocios como sea. Un auténtico aquelarre.

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